Andar por casa - Barrio Alhambra


El Barrio de la Alhambra es una pina cuesta que arranca en la Plaza y sube hasta las Eras Altas. Se superponen encabalgadas casitas proporcionadas, encabalgamiento que en algunos casos el piso alto de una vivienda corresponde a la habitación del siguiente vecino y en otros casos era común comprar o vender el habitáculo contiguo en pisos paralelos.





















El nombre le viene por  la genuina disposición de las cicuelas por las que discurre el agua a ambos lados de la cuesta. Éstas que emulan a las que se pueden ver en la monumental Cuesta de la Alhambra en Granada quizá hicieron por analogía tomar nombre del monumento alhambrino. Salvada esta justificación del porqué de su nombre, diremos que este barrio siempre tuvo a gala lo airoso de su origen, y aunque no encontramos en él edificios notables como ocurría en el Barrio Bajo, este barrio se caracteriza por su disposición y buen acomodo. Visto desde la Guindalera simula una oleada de espuma blanquísima como un vistoso encaje prendido  sobre la Terrera.

Dos pilares dan servicio a este vecindario. Cogen sus aguas de la Acequia de Aynadamar en el Tomadero de la Atarjea, propiedad del Palacio. No son pues caños propios sino una deriva hecha, al igual que la fuente, para uso del pueblo por gracia de sus propietarios.




Da comienzo este repecho con la Carnicería de Terremoto, donde tuvo establecimiento Pepe “ Terremoto” y María .Ubicada en la primera casa a la izquierda, parece asomada a la Plaza. Hoy anda trasladada al cobertizo, donde,  ya  transformada en carnicería y tienda de comestibles, la regenta su hijo José Espigares “ Terremoto” . Y vamos camino de la tercera generación en este negocio familiar, bien afamado por su morcilla, longaniza, chacinas y carnes en general.

A la misma altura, ya desaparecida, estuvo la tienda de Rosa  y “Antoñicorrosa” (Antoñico el de Rosa su mujer) A ella acudían los parroquianos de este y otros barrios a comprar las uvas moscateles, el queso, las galletas... Nadie como ellos para despachar unas proporcionadas ruedas de chorizo que Antoñico  partía con primor. Siempre tuvo Rosa fama por su fruta y su verdura y por servir de calidad suprema los melones y sandías que con tan buen ojo escogía y que no era necesario calar para saber que eran dulces. En las tardes y noches, como era habitual, se abría taberna para servir en mesas medianos de blanco, cervezas enfriadas en el pilar de arriba y algún que otro refresco. También tuvo su tele en la que amablemente se podía ver el futbol o los toros.




EL NIÑO PEPITA

Bastante más arriba estaba la Taberna de Encarnación y “El niño Pepita”. Blas el de Pepita era un hombre de carácter harinoso, bonachón y algo inocente, sin maldad ni doblez. Viene esta observación al caso de una anécdota que sucedió ya entrada la noche, cuando Blas había echado la tranca a su puerta y Encarnación soplaba el candil para disponerse ambos a meterse en la cama, dando así por concluida la jornada y dispuestos a disfrutar de un merecido sueño reparador.

A esto que suenan dos golpes secos en la puerta. Requieren que Blas abra la tabernilla y consiguen que éste se soliviante. Dos golpes más hacen que “El Niño Pepita” se tire de la cama y abra el postigo de su ventana:

-¡ A ver ! ¿Qué pasa?   Requiere, temiendo algún contratiempo familiar. Pero son dos niños:
- Blas, mira hombre... solicita uno de ellos - que a ver si nos podrías echar una gorda de “chochos” ( un simple cucurucho de altramuces)

¡Ahora chochos ! ¡ Ahora ... chochos!

La cosa no quedó sólo en una simple expresión. Puesta en boca de cualquier viznarense es un dicho recurrente para dar a entender lo inconveniente o fuera de lugar que queda una desafortunada proposición ...a la que hay que responder con esta simplona salida.


¡Ahora chochos !



JOSEICO   “EL TIRRO”

A la altura de la calleja de Santa Lucía, en el actual nº 4, se encontraba la quincallería de Joseíco “ El Tirro” y de Pepica su mujer. Matrimonio sin hijos, dedicado de lleno a este su comercio en el que no faltaba ni un alfiler, nunca mejor dicho: trinchas, cremalleras, gomas, corchetes... Pepica era sin duda la más indicada a la hora de sugerir el color de una cinta, la textura de una tela o los botones para una falda. Joseico lo hacía de igual manera cuando aparejaba su mansa borriquilla y sobre ella cinchaba dos cajoneras que caían a cada lado de los lomos del jumento. Abrir aquéllas puertas era abrir un supermercado del detall quincallero: Jabón de olor, el Heno de Pravia, colonias, polveras, brillantinas, abéñula, cuchillas de afeitar, peines y lendreras,champús al huevo... Felpas, sujetadores y fajas... Una tienda andante repleta de telas, refajos, cortinas, mantelerías, juegos de cama, colchas ... todo tenía cabida a lomos de la sufrida borrachuela que soportaba mansamente lo mucho y bueno que Joseico ofrecía.

Y a la voz de ¡ Vamos, señora! Atraía a su segura clientela, calle a calle , casa a casa, puerta a puerta, a semanería, puntual a su cita de cada domingo. Si algo falta, presto a dar servicio y satisfacción, no duda en sacar su libreta de pastas de hule negro rodeadas con una goma. Y cogiendo su lápiz de la oreja derecha apunta: “un corte para una blusa para Dolorcicas... Una pieza de La Viuda de Torras para Lolita que se casa....A Paquita un bote de Maderas de Oriente...
Joseico era hombre de voz potente y recia y nadie como él para dar el ¡Viva San Blas! más atronador en la bajada de Santo Patrón.


PANADERÍAS CON TRADICIÓN

Frente por frente a Joseíco tenemos la panadería de Moisés. Industria artesana dedicada desde generaciones al amasijo de pan con el mismo impulso y calidad que tuvo como espejo en sus padres Antonio y Elena,que mucho sabían de ello: panes, bollos, roscas , tortas de la calda, de chocolate y de aceite, de chicharrones y de manteca, de cabello de ángel. Pan de aceite, hornazos, joyuyos, saladillas... y un amplio abanico de repostería y pastalería selectas.Reparto que se hace a domicilio, no ya en los capachos y mulos de antaño. Todo queda sustituido por una flota de vehículos que con rapidez y limpieza ponen el pan en la mano de cada cliente. Un claro ejemplo de transformación y modernización que dice mucho y bueno de un negocio panadero que se resiste a quedar relegado a la involución. Puerta arriba vivió Eugenio “El Sacristán” y u esposa Maria “La Comba”. Matrimonio muy ligado junto con sus hijos a la tradición panadera. Testigo que recogen sus hijos Jaime y Charo, y en los hijos de sus hijos se perpetúa el sabio oficio tahonero.





DOS MILAGROS

El primero ocurrió en la embocadura de este barrio, en las casas de la derecha. El segundo en el último número de la misma mano. Hechos milagrosos, si cabe así llamarlos, pero que sin duda nos  hacen pensar en que algo más que la casualidad los hace catalogar como singulares.

( Según relato de D.Blas Caballero Sánchez en sus Estampas de Víznar )

Era ya 15 de agosto de un temprano año del pasado siglo. La Llamada al Rosario hace acto de presencia en los primeras viviendas de la Cuesta de la Alhambra:

Un devoto por ir al Rosario
Por una ventana se quiso tirar
Y al decir Dios te Salve Maria
Cayó de rodillas sin hacerse mal.

Son las tres de la madrugada, hora solar. Uno de los hijos de Juanico “El Albañil” al que apodaban “Fones” , joven próximo ya a la edad adulta, observa la escena. Abre la ventana, echa los pies a la calle, le siguen las piernas y al poco aparece el resto del cuerpo. Liberado de la estrechez de la ventana el desplome fue inmediato. Y “Fones” “ pega un “jalmazo” en las piedras de la calle, ocurrencia que llama la atención de cuantos sorprendidos ven al pobre chaval por los suelos. La cosa no llegó a más pero al caído se le interroga con sorpresa:
- ¿ Te has “jecho” daño, muchacho ?
- Ná, ná, no me pasa ná ni tengo ningún “gueso” roto. ( Sacudiéndose) Es que como habéis "ustés" cantao que uno se tiró por la ventana,... pues yo... dije Dios te Salve Maria y...

- Bueno , vamos a seguir cantando

 Y así “ Fones” se incorporó a la comitiva que nuevamente entona:

Un devoto por ir al Rosario
Por una ventana se quiso tirar
Y al decir Dios te Salve María
Se encontró en el suelo. Sin hacerse ná.




Habitaban el último número de esta Cuesta de la Alhambra el matrimonio formado por Tio Juanete (alias con el que le conocían desde pequeño como diminutivo de Juan) y Anica su mujer. Formaban la unidad familiar sus hijos Juan, Pepa, Rosa, Ignacia y Pilar ( no habia aún nacido Pepe) Nos remontamos a los primeros veranos del pasado siglo. Una tarde revuelta, de aire calentón que anuncia tormenta. Los primeros truenos tabletean en los calares y en el collado de la Cruz de Víznar. A los relámpagos siguen repetidamente los truenos que arrecian su estruendo. Caen las primeras gotas gordas y en esta secuencia acrecen viento, lluvia, aparato luminoso y estrépito.  Pepe “ El de la Peana” viene del campo y pide cobijo para él y unas cabrillas que pasan a la cuadra donde hay una burra. Mientras se seca la cara y muda su ropa, empapada por el fuerte aguacero,  comenta al matrimonio lo inoportuna  que se ha presentado la tronada.Una nueva“turbioná” no presagia nada bueno.

Pepa, la hija mayor, echada en la ventana, observa cómo por la calle avanza una riada que desborda las “cecuelas” de ambos lados. Todo ocurrió con la rapidez de un rayo ( nunca mejor dicho). Pepa ve cómo una “culebrina” avanza por el cable del tendido de la luz, se introduce por el hueco de la ventana, que es el lugar por donde esta vivienda recibe el suministro, y toca el varal metálico de la cama. En la cama está Rosica acostada. No había dudas: era un rayo. La “chispa” buscando su desahogo eléctico traspasa por la pata de la cama y llega a una cuadrilla que bajovigas cobija a la borriquilla y a las cuatro cabrillas. Todos quedan estupefactos ante el estruendo que finalmente se oye proveniente de la cuadra. Resulta un enorme socavón que ha dejado a la cama “entenguerengue” sin afectar en nada a Rosica. Pero al asomarse por aquel boquete aparecen las cabras carbonizadas y la burra totalmente destrozada siendo ésta el cebo donde el rayo hizo estropicio, en las humildes herraduras del jumento. Queda la estancia llena de un fuerte olor azufrado y de un devoto agradecimiento por haber salvado todos la vida. Un milagro.




LOLA “LA DEL MOLINO”

En este barrio vive Lola “la del molino” hija de Tío Aneto. Es mujer diligente y siempre dispuesta. A pesar de sus ya cumplidos los 84 años es la sacristana de la parroquia. Cada domingo se patea medio Víznar “ llevando el Señor” a los enfermos. Las cuestas no le doblegan ni tampoco le amilanan las tareas de la casa.

No tiene, ni tampoco los necesitó, ni el frigorífico o la ollaexprés. Guisa con productos naturales sin presumir del ecologismo que otros predican. Se sube a una silla ( por Dios, que nadie se entere) para quitar una telaraña de la lámpara. Que no sabemos paqué, pues su casa está siempre como los chorros del oro. Tampoco conoce “El algodón mágico”. Lo suyo, para limpiar el cobre, es la arenilla y el limón. Sabe como nadie hacer las “barriguicas de vieja” pese a que nunca le han cogido la receta, que ella una y otra vez ofrece:

-Pero si esto es muy simple. Yo cojo una poquita leche, le añado la harina, el huevo, y dos mijicas de ...
-Sí, sí, Lola. Lo malo son esas mijillas y ese poquito.. Mejor será probarlas de tus primorosas manos que intentar la aparente simpleza de tu receta.




LOS TOTINOS

La casa de “Los totinos” está ya cerca a la Eras Altas. Antonio “Totino” está casado con Frasquita “La Rasera”. Nada hay en Antonio de particular; sólo que es un poco “jondillo” para comer. Ni es goloso, ni ansioso, ni bribón. Sólo que es un poco “jondillo” Se le ha visto comerse siete sandías ( medianicas, válgame Dios) de una sentada.

-Pero si esto no es ná. Esto es toó agua, tó agua. Frasquitá, parteme un poquillo de salchicón, pero como el rabo de un “jocino”.

Fue Nicolasa la hija única de este matrimonio. Casó con Eugenio “Pelele” y he aquí que quien pasó su niñez en la soledad de no tener hermanos, colmó sus deseos de tener una familia numerosa con 17 partos. Llegado el caso, se sentaron a la mesa el matrimonio, sus hijos y los abuelos maternos. No fue una familia holgada en recursos y menos en los tiempos de la postguerra, siendo los únicos ingresos los de Eugenio, leñador de los hornos morunos. Pero tampoco faltó de nada cuando los hijos cooperan en jornales con su padre, en los tejares, las niñas lavando o sirviendo... En el seno familiar se les inculca el saber compartir, el no ser caprichosos ni de chicos ni de grandes y el ambiente de hermandad y disciplina en una parentela ejemplar.


UN VIL ASESINATO

Hubo un hecho luctuoso a media cuesta, en el actual nº 44. Ocurrió el día  24 de marzo de 1948 cuando unos desconocidos asesinaron vilmente a Ignacio Ruiz Jiménez. Autoría que se atribuye a “los tíos de la sierra”. Escena que tuvo lugar en plena calle y que llenó de estupor a todo el pueblo y lógicamente tiñó de dolor toda la vida de su madre. Se debió tal actuación a un deleznable  comportamiento propio de aquellos que en espera de un rescate por secuestro y fruto de un empecinamiento acaban por darle a Ignacio un tiro en las sienes. Sin más contemplaciones, sin más negociación. En este lugar una lápida, a petición de su madre, recordó tan deplorable asesinato. 


PASO OBLIGADO

La calle se convierte, como espacio público que lo es, en el paso obligado para toda la actividad pueblerina. Piaras de cabras que buscan su natural huida a los campos. Lo fue y bastante numerosa la del Tío Manuel “El volcao”, marido de Tía Isabelica, que tuvo estabulación en este barrio. A la vuelta del campo, ya caída la tarde, las cabras se ordeñaban a la puerta de las casas, donde las mujeres esperaban con sus ollas o cacerolas el turno de su ración.

Estamos en una vía pecuaria que goza salvoconducto por el Barro Bajo, asciende por el Barrio de la Alhambra y busca a través de Puerto Lobo pasaporte a la Real Cañada de la Cuna. Ruta de trashumancia por la que suelen cruzar sobre todo ovejas y toros de carne.



En el tiempo de las parvas, el Barrio de la Alhambra es paso forzoso para la barcina. Subían las bestias cargadas de la mies en las amugas. Gavillas de trigo o cebada que sabiamente emparvadas y al son de la trilla prontamente serán trigo y paja separados en la ablenta. .Fueron las Eras Altas los espacios habilitados para la trilla. Espacios abiertos, altos y propicios para vientos favorables. En su disposición aterrazada se denominan desde la más baja como Era de Margarita, Era de Todos, Era de los Tirros, Era de Eduardico, Era de Álvaro y Era de los Chines. Flor de trigo y flor de harina convertida en panes en nuestros hornos morunos cerrando así el ciclo de una siembra llena de preñez. Hoy día, superados por el tiempo los usos a los que tuvo destino, quedan convertidos en terrenos incorporados al casco urbano de las Eras Altas.




Y dando fin y cumplida cuenta de este Barrio de la Alhambra quede el testimonio de Carmen la Santa que con deficiencia visual acusada no fue este motivo para criar callos en su sube y baja diario a la misa, a casa de las Mariícas, a la Ermita o al Camino de la Fuente, a las tiendas o a la casa de su hermana, que también vive en la misma calle. Es curioso que ella te saludaba antes de mediar palabra, sin acertar cómo ella era capaz de reconocerte. Carmen ponía en su boca versos y oraciones, como prolongadas retahílas, que  aprendió desde niña tras largas repeticiones. Era un prodigio escucharla aplicando oración en un rosario por un difunto, historias de la pasión o la famosa “Guerra de Melilla” que calcó en su memoria de labios de su padre Manolico “El Santo”.




Pura y la Chachica “Las Teas” abren la puerta de su humilde casa y nada más entrar nos damos de bruces con un aparador repleto de tazas, vasos, platos, figuritas y todo lo que es susceptible de ser expuesto, aunque sea una simple y sencilla pata de una muñeca o un “indio de plástico”. Paredes igualmente adornadas con multitud de cuadritos, estampas, peroles y ramos de espigas de trigo o calabazas de agua. Imaginad lo que sería la cocinilla de “las teas” al hablar de una cumplida espetera, un poyo de botijas o una cajonera con los enseres más variopintos.

Emulando establecimiento de droguería y ferretería, pero llegando en lo inimaginable en surtido, tuvo tiempo ha Pilarica una reducida tiendecilla en la que no faltaban, como hemos dicho, los artículos de droguería, menaje, botonería,... el veneno para los ratones, las ratoneras menos infalibles que el veneno y hasta listas de bodas ;que por encargo Pilar subía desde Granada, para aquellas muchachas que lo solicitaban, un juego de café o media vajilla,ollas , cacerolas, una pequeña cristalería...  (Y más y más).  Se pone de manifiesto que la habilidad comercial supera a la indolencia de aquellos tenderos que practican la simple transacción y despacho en el mostrador de su negocios.




En la Merceria Esme, nos vuelve Esmeralda a maravillar con la habilidad de su aguja y su dedal, el primor del encaje, los cortes de una blusa o los arreglos de una prenda. Nunca sale de su boca palabra que indique que algo se le resiste. También cuenta la rapidez en la entrega.

Siempre aplicada a su quehacer, unas veces a máquina y otras a mano es remedio y consuelo para una apurada labor que tiene solución en sus manos.





Subamos ahora al final de la calle, donde Manuel “el Venterillo” junto con sus hijos funda una saga en el oficio de la albañilería, difícil de superar en habilidad y buen hacer. Sus trabajos son paradigma en el ramo de la construcción. Muchas labores de restauración llevan su sello: en la iglesia, la ermita, remodelaciones, calles, barriadas .. saneamientos. Una garantía sin más.


Y sin más, y como muestra un botón, dejamos en la memoria a todos aquellos que han vivido en esta pendiente. Muchos de ellos que, a pesar de no estar ya entre nosotros, han dejado su impronta a través de sus oficios y ocupaciones: A Frasquito el Herrero. Su hijo hoy recoge el testigo de sus mayores.  Recuerdos que saltan a la vista como testimonio de un tiempo pretérito. Hoy es difícil ver un borriquillo atado a la manilla de una puerta. Tampoco suben o bajan las bestias en el trasiego de la barcinas. Las mujeres con su cestico de palma parloteaban llevando “cuatro mandaíllos” de la tienda de Antoñico, de Terremoto...Por las tardes, paseos con salida al Camino de Tio Gilica, con parada en el pozo de la Casa del Marqués, punto obligado para una foto...


¿ Quíen no tiene en casa u cesto o un cebero hecho con todo el ardiz del mundo por Manolico " Mañacarro " ? En sus manos una tomiza, una aguja corchonera, una lezna y poco mas bastaban para dar forma a las mas proporcionadas de las cestas, las hueveras, esteras, los sopladores ... También componía sillas, echaba culos, ponía compostura a cualquier utensilio, aparato o artilugio que caía en sus manos. Su secreto no se lo llevo a tumba: La paciencia, los ardiloso de sus manos y una vista de altos vuelos a la hora de componer la pieza. Un dia y asi sale en la foto se le ocurrió comoponer una bandurria utilizando como caja una cacerola de aluminio, ahí va la cosa, y solo se contaron 5 herramientas en su mesa de trabajo, lezna, serrucho, alicates, martillo y navaja. ¡ Un hurra por Manolico "Mañacarro"!





Nos conformamos con el primor y desparpajo de sus vecinos y vecinas  al adornar la calle en Día del Señor, a la  destreza con la que encalan sus fachadas o la experiencia con que las manos femeninas exornan los balcones y ventana con macetas y arriates. Nos sigue llegando el olor a pan fresco cada mañana. No hay un papel en el suelo. Tampoco el ruido rompe la quietud de la noche o el día. El barrio de la Alhambra huele a pueblo.










Próximo artículo :  Santa Adela, Sagrado Corazón y Juan XXIII

AUTOR: Salvador Ruiz Caballero

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